jueves, 27 de abril de 2017

SOY DE PUEBLO

Sí, soy de pueblo y muy orgullosa de serlo. Mi gran suerte fue nacer y criarme en un pueblo pequeño, no más de sesenta vecinos, unos trescientos sesenta habitantes. Gracias a ello, conocí desde muy niña gran cantidad de oficios sin conocer la palabra “diversidad”.
Allí todos éramos labradores y ganaderos y todos los trabajos se hacían manualmente, cada uno los suyos, por lo que todos éramos oficiales. Así aprendí el proceso y transformación de la lana, desde esquilar a las ovejas, lavar el vellón en el río, escarmenar, cardar, hilar, torcer, tejer, llegando a hacer nuestros propios jerséis, calcetines, guantes, gorros, bufandas, vestidos y toquillas para resguardarnos del frío ya que no había ni acolchados ni plumas.
También aprendí el proceso del pan, desde arar la tierra, sembrar el trigo, escardar, segar, trillar, beldar, cribar, moler, cerner y amasar, hasta llevar el pan a la mesa.
Conocí los nombres de todos los árboles que hay en los montes que rodean el pueblo, muchos de ellos de frutos silvestres, de los que tantos comí sin saber lo beneficiosos que eran para la salud; hoy que lo sé, ya no están a mi alcance.
Así mismo, conocí los diversos frutales, que hay muchos, sobre todo manzanos y su variedad, lo mismo que sabía qué manzanas eran las primeras en madurar.
Pues sí, sin conocer la palabra “diversidad”, qué diversidad de cosas aprendí por ser de pueblo. Esta es mi historia y esta soy yo, una mujer de pueblo.

Mercedes Marina

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